6.2. Privacidad, datos y seguridad

Manual práctico de uso de la Inteligencia Artificial y sus aplicaciones en los distintos sectores de consumo

6.2. Privacidad, datos y seguridad

por | Nov 27, 2025

Si la transparencia es la base de la confianza en la inteligencia artificial, la privacidad es su límite moral. En la era digital, los datos personales se han convertido en el nuevo “petróleo” de la economía, pero también en su mayor fuente de vulnerabilidad. Cada clic, búsqueda o desplazamiento genera información que las empresas utilizan para entrenar sistemas de IA capaces de anticipar comportamientos y decisiones. Lo que antes era un rastro anónimo hoy constituye una identidad digital completa.

El problema surge cuando esa recopilación de datos se realiza sin pleno conocimiento o consentimiento del usuario. Muchos consumidores en España aceptan términos y condiciones sin leerlos, sin saber que están autorizando a compartir su historial de navegación, su localización o incluso su voz. La línea entre personalización y vigilancia se vuelve difusa: lo que comienza como una recomendación útil puede transformarse en una predicción invasiva de nuestros hábitos.

Los riesgos no son solo comerciales. En el ámbito público, el uso de IA para la gestión de servicios —desde la sanidad hasta la seguridad ciudadana— plantea un delicado equilibrio entre eficiencia y derecho a la intimidad. Por ejemplo, los sistemas de videovigilancia inteligentes pueden prevenir delitos o mejorar la movilidad urbana, pero también pueden generar una sensación de vigilancia permanente, incompatible con una sociedad democrática.

España cuenta con una sólida Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales (LOPDGDD) y con la supervisión de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), que actúan como escudo frente a abusos. Sin embargo, la velocidad de la innovación supera con frecuencia la capacidad regulatoria, y la educación digital sigue siendo una asignatura pendiente. Muchos ciudadanos no saben cómo gestionar sus permisos, proteger su información o exigir la eliminación de sus datos en plataformas automatizadas.

Por eso, la privacidad no puede abordarse solo desde la ley, sino también desde la cultura. Hablar de seguridad digital es hablar de autonomía, de la capacidad de decidir qué compartimos, con quién y para qué. Una IA ética debe respetar esa frontera y hacerla visible, no borrarla en nombre de la eficiencia.

En última instancia, la defensa de la privacidad no es nostalgia por un mundo sin tecnología, sino una reivindicación de control en un entorno donde el poder informacional se concentra cada vez más en manos de unas pocas empresas. Proteger los datos personales es proteger la libertad individual: el derecho a ser dueño de nuestra propia historia digital.